Una
de las leyendas aztecas consideraba a Quetzalcóatl un hombre blanco con barba, un individuo que procedía
de un lugar lejano.
Se
dice que en la época en que gobernó, Tula y sus habitantes vivieron la paz en un próspero tiempo.
Mas
Quetzalcóactl envejeció y sus súbditos se hicieron perezosos. Tezcatlipoca
consideró que había llegado su momento. ¡Por fin podría expulsar a Quetzalcóactl! De modo que preparó una serie
de tretas para deshacerse de él.
Se
disfrazó de anciano y se presentó en el palacio asegurando que Quetzalcóactl
estaba enfermo y que él era el único que podría ayudarlo. Así que lo dejaron
pasar.
Una
vez estuvo ante el rey, le ofreció una poderosa droga. El sabio y viejo rey se
dio cuenta de que su reinado llegaba a su fin, por lo que preguntó al visitante
cuál sería su próximo destino. A lo que
éste respondió que habría de dirigirse a Tollantlapán, donde un viejo hombre lo
estaría esperando para devolverle su juventud. Y le ofreció una extraña pócima
mientras afirmaba que al tomarla lo comprendería todo.
A
pesar de su enfermedad, Quetzalcóactl no se dejó engañar. De modo que no
abandonó su reino y Tezcatlipoca tuvo que idear otro modo de obligarlo a
marchar.
La
siguiente vez se disfrazó de un joven y apuesto vendedor de chiles. Se colocó en la plaza con la intención de que la hija de
Quetzalcóactl lo viera. Como la habían sobreprotegido en su educación, nunca
había tenido contacto con extraños. Así que cuando vio al hermoso joven, un apasionado
amor brotó en el corazón de la princesa. Locamente enamorada, confesó a su
padre que no aceptaría a nadie más como marido y que moriría si no podía estar
junto al vendedor de chiles.
A
Quetzalcóactl no le hacía mucha gracia, pero tuvo que satisfacer los deseos de
su hija y aceptar al vendedor de chile como yerno. Y lo mandó buscar, pero los
guardias no lo encontraron. Cuando ya iban a darse por vencidos, el joven
apareció en su puesto de la plaza.
Y
el matrimonio entre la princesa y el
joven se hizo realidad. Mas a los habitantes no les gustaba. Por ello, para
entretenerlos, Quetzalcóactl decidió atacar a una tribu vecina. Los toltecas
creyeron que ese sería un buen momento para que el joven vendedor de chiles-
que ya ejercía su influencia como yerno del rey- tuviera un accidente. Sin
embargo, volvió triunfante de la guerra y con mayor influencia.
Y
comenzó a llevar a cabo sus planes para atraer a los toltecas.
Organizó una gran fiesta. En ella comenzó a cantar, a tocar el tambor y a bailar. Pidió a los
invitados que bailaran y cantaran con él. Y así, siguiendo el ritmo del tambor,
fueron conducidos a un barranco. El tambor sonaba cada vez más y más rápido y
ellos seguían el ritmo como extasiados hasta que, cruzando un puente, perdieron el
equilibrio y cayeron al vacío, al valle, donde se convirtieron en piedras.
Después,
Tezcatlipoca atacó a los que trabajaban los jardines y los mató a todos. A
continuación se convirtió en hechicero. Hipnotizó a la gente, pero se dirigió
ante él tal número que murieron aplastados.
Así
siguió un desastre tras otro. Finalmente se transformó en una anciana y tostó
las reservas de maíz. El olor atrajo a los pocos habitantes que quedaban. Y
Tezcatlipoca terminó con ellos.
Quetzalcóactl
comprendió que debería partir. Prendió fuego a la ciudad que había fundado
hacía años, enterró el oro y pidió a los pájaros de alegres colores que se
marcharan.Y él
emprendió el viaje, sólo acompañado por sus sirvientes.
Caminó
y caminó hasta que llegó a un gran árbol. Junto a él paró a descansar. Pidió su
espejo y contempló cómo reflejaba un hombre anciano y cansado. Airado, lanzó
piedras contra el árbol, quedándose éstas incrustadas en el tronco.
Y
continuaron el viaje.
Al
tiempo, volvieron a parar para descansar. Dejó la marca de sus manos y piernas
en una gran roca.
No
sabía que Tezcatlipoca lo perseguía con la intención de ir aprendiendo todos
los conocimientos del aciano.
Al
llegar a las montañas, sus criados murieron congelados y Quetzalcóactl se quedó
solo. A pesar de ello continuó su camino hasta que alcanzó el mar. Construyó
una balsa entrelazando culebras. Subió a la embarcación y se adentró en las
aguas prometiendo que volvería.
Y
los aztecas creían que regresaría en una fecha concreta que coincidió,
precisamente, con la llegada de Hernán Cortés, al que identificaron como el
propio Quetzalcóactl por sus características (blanco, con barba y casco). Por
ello Moctezuma le entregó una máscara de Quetzalcóactl.
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