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domingo, 21 de julio de 2013

EL UNICORNIO EN LE CHEVALIER DU PAPEGAU.


 


Al final de este texto medieval francés, se relata cómo el rey Arturo queda, en su primera aventura, varado en la costa. Allí encuentra una torre roja sin puerta ni ventana habitada por un enano. Éste relata su historia.

Hacía años que el señor de Northumbria  lo había llevado junto a su esposa a esa tierra. Ella dio a luz y murió poco después dejando al enano sólo para criar al bebé. Caminó hacia el bosque buscando refugio, un árbol hueco lo suficientemente grande como para poder protegerse. Y halló uno tan monumental que en él hubieran cabido seis caballeros. Entró con el bebé envuelto en paños. En el interior del árbol había seis ciervos recién nacidos con un cuerno en la frente. Perplejo, los miró más de cerca. En ese momento llegó la madre de las crías: un animal enorme y feroz con un cuerno afilado en la frente. Los ojos del animal lo miraron de manera tan terrible que el enano huyó, dejando al bebé en el interior. El niño rompió en llanto. El animal tuvo compasión, se acercó al pequeño y lo amamantó hasta que el crío se durmió. El enano lo contempló todo escondido tras una de las raíces. Pasó la noche sin dormir por temor a la furia de la bestia.
Al día siguiente, el animal salió a alimentarse. El enano fue a tomar en brazos a su hijo, pero ella volvió. El hombre temió por  su vida, pero aquella lo trató con tal afecto que se quedó. Ell animal lo vio tan pequeño que creyó que era un niño, así que le ofreció una de sus ubres para que mamara. Como el hombre estaba sediento, aceptó el ofrecimiento. La leche era dulce.

Así pasó el tiempo. El niño estaba bien alimentado, pero él, sólo con leche, se sentía hambriento. Un día vio un venado. Deseó, en voz alta, comer un trozo de esa carne. El unicornio lo entendió. Salió de su guarida y atacó una sola vez al venado, que quedó dividido en dos.

El unicornio ayudó al hombre a recoger leña para cocinar la carne, pero también para que se hiciera una cabaña.

El niño pudo dejar de mamar y su padre lo alimentó a base de carne de oso. Su hijo creció fuerte hasta convertirse en un gigante capaz de arrancar los árboles de raíz.

Construyó a su padre esa torre roja sin puerta ni ventana para protegerlo de los animales mientras él y el unicornio iban a jugar.

En este momento de la narración llegó el hijo con un oso en una mano y un garrote en la otra. Dio la bienvenida a Arturo y lo colocó, junto a su padre, en la parte alta de la torre para comer la carne de oso.


A la mañana siguiente, el gigante y el unicornio ayudaron a quitar la arena del barco de Arturo a fin de que éste pudiera continuar  su viaje.


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1 comentario:

  1. Definitivamente, la mitología tiene la suficiente enjundia por sí misma para que cuando alguien se decide, por ejemplo, a realizar una versión para el cine o la televisión, no tener que inventarse nada. De hecho, cuando lo hacen suelen estropearlo.

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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.