Mi trayecto comienza a
duras penas, medio arrastrándome, como siempre que hace mal tiempo, y se
agudiza en Navidad por las comilonas y los esfuerzos que mi endeble cuerpo no
soporta bien.
Sin embargo, mi motor
es la emoción. No es una presentación de libro normal. Es LA presentación de la
novela de un buen amigo, de alguien que me dio su ayuda en un complejo momento
para mí. Así que voy al centro de Madrid eufórica. ¡Uno de mis amigos ha
conseguido publicar! Es una sensación extraña, no la alegría que siento, sino
que me doy cuenta de que hace mucho que salimos de la facultad, que nos estamos
haciendo mayores aunque, en el fondo,
nos sintamos recién licenciados. Y creo que algunos nos sentiremos así
aún con ochenta años.
En principio es una
mala fecha: 30 de diciembre, en plenas fiestas familiares. Pero cuando entro al
local, me encuentro con viejos conocidos. Por un lado no parece haber pasado el
tiempo; por otro, un lindo y simpático bebé vuelve a recordarme que ese tiempo
fluye de manera intangible. Ya no somos unos universitarios.
30 de diciembre nos ha
agrupado a muchos. Todos con sonrisas de emoción: ¡Fernando ha publicado! Y se
ha acordado de nosotros en los agradecimientos. Conociéndolo, escribirá muy
bien. Yo tengo un poco de miedo. Creo que, en general, se ve si alguien escribe
bien o no antes incluso de leer sus textos. Y Fernando muestra todos los signos
de ser un espléndido escritor, igual que es un gran lector. Pero un breve
pensamiento me reconcome: ¿y si no es así?
Obviamente yo sólo hago
reseñas de obras que me gustan de verdad y tenía pensado escribir una nada más
terminar de leer la novela. Pero si no me gusta…
La verdad es que el
pensamiento fue muy breve. El miedo se atenuó cuando el evento comenzó y
Fernando empezó a hablar.
Ahora voy conociendo
más autores, mas no es lo mismo porque con algunos he entablado una gran
amistad después de ir a sus presentaciones y leer sus libros. Esto es
diferente. El autor –me emociona sólo escribirlo- es ante todo un compañero de
la universidad, un amigo al que quiero mucho. Es un amigo que ha conseguido uno
de sus propósitos. Por eso he guardado todas mis fuerzas, para poder
acompañarlo en ese gran momento.
Sin embargo, no creáis
que coloco este evento porque el protagonista de él es un amigo. Ni mucho
menos. Es que ya he leído el libro y es bueno. Bueno de verdad. Así que no me
importa poner mi nombre junto a este evento; de hecho estoy orgullosa. Es una
buena obra, publicada por una pequeña editorial –que son, casi siempre, las que
se atreven con la literatura de calidad-.
Sin más dilación,
empecemos con la crónica del evento. Éste giró en torno a una serie de
preguntas, saliéndose de lo normal. Yo eché de menos la lectura de fragmentos.
Se comienza preguntando
al autor , que ha sido adecuadamente presentado, qué significado oculta el
título de la novela. Baúl de serpientes es una metáfora del lugar donde se
guarda todo lo que tienes, lo que no quieres tirar. Pero puede resultar que
allí guardes víboras. Tus fantasmas. Unos, inofensivos; otros atacan. Y eso es
precisamente la novela: la apertura del “baúl” del protagonista.
Pero ¿por qué se emplea
lo metaliterario en la novela?
Según el autor, todo
surgió de manera espontánea, sin esquemas previos. Todo partió de un pequeño
relato que dejó a una buena amiga con el fin de que le diera su opinión. A ésta
le gustó e hizo una serie de propuestas para ampliar la narración. Así surge la
historia de un autor que está desencantado con una de sus novelas, que es
precisamente la que le da fama.
Queda plasmada también,
según quien le hace las preguntas –y con el que estoy de acuerdo-, la neurosis
del escritor, que está constantemente insatisfecho. Para Fernando Podadera todo el mundo que haga algo con cariño y devoción
tendrá un punto de insatisfacción para siempre superarse. El problema está
en dónde encontrar ese punto, que es lo que conduce a esa neurosis.
La obra está escrita en
primera persona, lo que facilita que entremos en la perspectiva de lo que se
cuenta, haciéndonos sentir esa neurosis del protagonista, que está plasmada de
una manera genial y sugerente.
Se pide a Fernando
Podadera que explique cómo fue construyendo la novela. El autor confiesa que
fue muy anárquico, escribiendo los
capítulos de manera independiente. No sigue guión, aunque en su cabeza tenía
bien claro lo que deseaba contar, a pesar de desconocer tanto la forma
narrativa como el hilo temporal que iba a seguir. De lo que sí era consciente
era que deseaba centrarse en momentos clave, no en relato al uso. De este modo
organiza la novela en tres espacios: Madrid, Guadalajara y París. Por tanto va
escribiendo tal como le viene la inspiración.
El autor recuerda que
resulta interesante el apéndice, donde coloca las biografías de los diferentes
personajes que han pasado por la novela. Recuerda a los finales de algunas
películas donde se explica qué sucedió con Funalito y Menganito. Y a esto se añaden algunos
relatos del protagonista a los que se ha hecho referencia en el texto.
El entrevistador
considera que es una novela de personaje, al que se van sumando otros hasta
formar una coral. El problema viene cuando el protagonista es el narrador, ya
que crea confusión con el autor. Por ello se pregunta a Fernando Podadera Cobos
si hay algo de él en la obra. La respuesta es tajantemente negativa. Aunque el
protagonista es un profesor interino, tal como el autor, las experiencias que
tiene este personaje no coinciden con las suyas. Sin embargo, es cierto que se
inspira, como todos los autores –creo yo- , en matices que ayudan a plasmar un
acontecimiento extraño de manera más natural.
Lo interesante para el
entrevistador es que cada lector extrae su pasaje o personaje. A él le ha
llamado la atención uno de esos personajes, una vecina de Guadalajara. Pregunta
si tiene base real. A lo que el autor responde que en ese caso sí.
En cuanto a los
referentes literarios de nuestro novelista, encontramos a Borges, Bolaño,
Bukowski, Carpentier, Carlos Fuentes, la cinematografía, la música…
Al autor le resulta más
sencillo que los gustos del protagonista coincidan con los suyos en cuanto a
música, cine o literatura y es ahí donde se ve lo autobiográfico más que en los
acontecimientos en sí.
Fernando Podadera
recuerda que cuando se trata de ficción puede escribirse de dos maneras:
documentándose (que quien me conozca sabe que es la mía, escriba lo que
escriba) o escribir lo que te parece desde los propios conocimientos. He de decir
que este autor, Fernando Podadera, tiene una ventaja a la hora de crear así: posee un amplio bagaje
cultural.
Y la obra, así, sumando
las influencia de los autores mencionados, queda muy natural.
El entrevistador indica
que le ha llamado la atención la capacidad de minuciosidad que tiene Fernando
Podadera. Antes de que creáis que se refiere a la extensa descripción típica
del Realismo, os advierto que se refiere más a la idea de que se describen (de
manera muy breve) sólo aquellas cosas que llaman la atención del personaje,
aunque carezca de importancia aparetemente. Y aquí el autor ha sabido, como
buen observador, plasmar algo que todos los seres humanos hacemos: prestar más
atención a unas cosas que a otras, a unos momentos que a otros, con lo que el
tiempo se alarga o se acorta por nuestro propio subjetivismo –como ya advertía
Kant en el XVIII-.
El entrevistador
confiesa que las partes que más le han llegado son aquellas que suceden en
Madrid, especialmente porque se refiere a lugares reales. Fernando Podadera,
sin embargo, advierte que él mantiene una relación amor/odio con la ciudad. Se ha
dado cuenta que estamos mimados (como sucede en todas las grandes ciudades). Al
salir a lugares de las Castillas uno se da cuenta de que no puedes encontrar
cualquier evento o producto a los que estás acostumbrado a cualquier hora. Pero,
por otro lado, para un trayecto breve podemos tardar una hora en llegar a causa
de un atasco.
¿En el libro hay
personajes basados en la vida real?
El autor indica que no,
que lo que hay son anécdotas. Así ocurre que lo que se describe sobre el mundo
literario no lo conoce por experiencia, sino por anécdotas que han llegado a él
por personas que las viven o profesores de la universidad que las cuentan. Y de
esto doy fe, pues gracias a algunos de ellos dejamos de creer en ciertos
Premios Literarios de renombre que llegaban al punto de otorgarse a gente
relevante que ni se había presentado, por no darse a otros. Vamos, que gentuza
la hay en todos lados.
A la pregunta de cómo
ha sido la experiencia de elaborar la obra, Fernando Podadera responde que una
experiencia catártica y aconseja que se haga: por un lado, para mejorar la
redacción; por otro, como terapia de relajación.
Respecto a los
proyectos que tiene ahora, el autor indica que se está preparando la traducción
de la obra al inglés y al ruso. Tiene algunos textos en mente, que aún ha de
depurar.
Concluye agradeciendo a la editorial por
apostar por la literatura especialmente en un momento tan duro por la cultura.
Mundi book ediciones |
Tras esto, todos a que
nos firme el libro. ¡Vaya cola! Merece la pena. Una dedicatoria preciosa. Espero
poder hacer lo mismo pronto.
Muchas gracias Patri. Es una reseña completísima; cuentas lo que viste y lo que sucedió, con total imparcialidad y eso tampoco es fácil.
ResponderEliminarPronto harás lo mismo.
Besos. Fernando.
Yo también estuve allí!!! Fue un placer ver cómo un amigo cumplía un sueño y veía su obra publicada. También he leído el texto y merece la pena. Desde aquí lo recomiendo. Tiene una prosa elaborada, que recuerda autores hispanoamericanos como Bolaño o Borges. Ruptura en ocasiones de la sintaxis, saltos temporales...y profundo subjetivismo. Sin embargo, la redacción es fluida, nada forzada. El texto es breve, y llama mucho la atención la capacidad para crear incluso la biografía de las obras ficticias de las que se habla en la novela, lo que me parece muy original. Especialmente recomiendo los textos breves que se recogen al final, que me han llamado mucho la atención por la profundidad que encuentro en ellos tras la aparente frugalidad. ¡Bravo Fernando! Espero que muchos más puedan disfrutar de tu literatura.
ResponderEliminar