La mitología India, que todavía sobrevive, presenta dos etapas: una en la que
enseñaba el comportamiento moral para alcanzar el Paraíso y donde los dioses
eran personificaciones de las fuerzas de la naturaleza, ya fueran amistosas (
como Indra –atmósfera-, Agni –el fuego-,
y Surya -el sol-) o devastadoras
(como Vritra –la sequía-, Vayú –la tormenta- y Yama –la muerte-): otra en que
aparecen dioses que ya se preocupan por el alma de los humanos (Brama –el creador-,
Visnú –el conservador- y Siva –el destructor y restaurador-).
Comencemos con los antiguos
dioses. Cada uno de ellos gobierna uno
de los tres mundos: Indra sobre la atmósfera, Surya sobre el cielo y Agni sobre
la tierra. Eran adorados por su importancia para la supervivencia de las
antiguas sociedades agrícolas. De este modo, los dioses vinculados con el buen
tiempo se consideraban divinidades del Bien, mientras que los encargados del
malo pertenecían al Mal.
En una lejana época el demoniaco
Vritra asoló la tierra con una abrasadora sequía. En ese momento había
conseguido dominar las nubes y no permitía que descargaran agua. Desesperados, los humanos oraron con la
esperanza de que surgiera un salvador que doblegara al dios de la sequía y el
hambre.
De este modo Dyaus –Pitara (el
cielo) y Prithvi (la Tierra )
engendraron a los gemelos Indra (atmósfera) y Agni (fuego). El primero, todavía un bebé, se levantó de la cuna mientras su hermano dormía
aún. Como otros dioses el de la atmósfera
y protector de las cosechas poseía cuatro brazos. Con uno tomó el arco iris
como arma; con otro, un rayo; con el
tercero portó una espada; el cuarto lo dejó libre para beber de una copa con el
licor Soma, que tenía poder vigorizante.
Este dios, que sería el rey de
los demás –aunque no siempre el más poderoso-, era capaz de transformarse en
cualquier cosa, don que constituía una gran ventaja en la batalla.
Con toda esta preparación, Indra
voló hasta encontrarse con Vritra. Éste se hallaba aposentado en la torre de
una nube, controlando que no cayera ni una gota. El recién nacido se lanzó
contra el demonio. Comenzó una encarnizada lucha. Ésta concluyó con la caída de
la torre de Vritra, que desapareció entre las nubes. Pero sólo eso. Desapareció,
pero no fue destruido. Quedó oculto en la atmósfera esperando su momento.
Siempre me ha gustado lo de los cuatro brazos (y no por el Doctor Octopus), y en este caso me ha hecho mucha gracia el cuarto brazo libre para beber el líquido vigorizante. También me llama la atención que al final se repartan el dominio global entre tres dioses, como también hacen en la Mitología Griega.
ResponderEliminar