El tema de la creación según la concepción judía aparece en el
primer libro de la Biblia
hebrea. Recibe el nombre de Génesis, que precisamente significa principio, creación u origen. Aquí
se narra cómo el dios de los judíos creó
el mundo. La forma de hacerlo me recuerda a otras culturas, como la egipcia o
las antiguas culturas americanas, donde la palabra tiene cierto carácter mágico.
Para entender esto hay que
recordar que el alfabeto hebreo está compuesto por veintidós consonantes y diez
vocales, (siempre escritas de derecha a izquierda) que se identifican con
números.
El Génesis nos cuenta que Dios
hizo una serie de pruebas – error hasta llegar a componer nuestro mundo. Es
decir, en el principio de los tiempos todo lo llenaba un gran vacío informe y
oscuro. Creó un mundo, pero no le agradó el resultado, así que lo destruyó. Y
repitió este proceso gran cantidad de veces.
Dios se dispuso a crear el mundo,
pero antes se sentó con las piernas cruzadas y, como cualquier arquitecto que
observa sus planos, consultó la Torá.
Las letras, que habían sido grabadas en su corona a fuego, se
desprendieron de la misma. Alborotadas, se daban empellones discutiendo quién
sería la primera, cuál daría como origen el mundo que iba a nacer a
continuación. La Tau
se abrió paso entre empujones para presentar sus argumentos a la divinidad.
¡Era la primera letra de la palabra Torá!
Dios intentó consolarla indicándole que también sería la primera letra del
vocablo Tefillin, que llevarían los
hombres buenos y justos, por ello el ángel destructor no les haría ningún mal.
Cabizbaja, la letra se ocultó tras sus
compañeras, que fueron proponiéndose para el honorable cargo. Mientras las
escuchaba con paciencia, Dios se dio cuenta de que la pequeña alef se había apartado a un lado y no
participaba en el debate. Con curiosidad, preguntó a la letra. Y fue la modesta
respuesta de ésta lo que convenció a la divinidad para emplearla en la
construcción del mundo.
Así pudo moldear primero el cielo
–alargando su mano derecha- y la tierra –extendiendo la izquierda-, como si
fuera un mago haciendo un conjuro. ¡Por fin el resultado era el deseado! Pero
la tierra suspiró. Oscura y cubierta de montañas y mares se sentía muy sola.
Dios la consoló advirtiéndola que en breve numerosos seres la acompañarían. La
tierra quedó jubilosa a la espera de que la promesa de Creador se cumpliera. Lo
que no se hizo esperar.
Hizo que la oscuridad
desapareciese gracias a la presencia del sol y la luna con la misma forma,
tamaño y luz. ¿Cómo sabría la gente cuál era el sol y cuál la luna? Dios prestó
atención a la observación de la luna, mas ésta quiso que fuera el sol quien
tuviera unos débiles rayos. Aquel se rascó la barbilla, absorto en sus
pensamientos. ¿Cómo castigaría a la luna por aquella muestra de envidia?
Decidió debilitar sus rayos. Sí, ahora las gentes sabrían distinguir el sol y
la luna, pero ella tendría que compartir el cielo con la luz de las estrellas.
Arrepentida, la luna pidió disculpas entre sollozos. La divinidad se apiadó de
ella y le concedió que los judíos organizaran el calendario a partir de ella.
De este modo, comienzan a contar las horas no cuando amanece sino que lo hacen
cuando aparecen las primeras estrellas. Además, durante la luna llena dedican
una oración especial, único momento en que ésta olvida el pecado que la condujo
a su eterno castigo.
Sin embargo, Dios había tenido
otro problema. Al crear los mares, sus aguas comenzaron a subir y a subir a tal
velocidad que casi tocaron el Trono. La divinidad lanzó una orden, pero
aquellos respondieron con enorme arrogancia. Enfurecido, los amenazó con enviar
arena. Sólo consiguió que los ingenuos mares se rieran ante los minúsculos
granitos, que se sintieron humillados. Pero su jefe los arengó para hacerles ver
que unidos serían fuertes. Y de este modo todos los granitos de arena se
pusieron muy juntitos en las costas, creando un poderosa barrera. Las aguas no
tuvieron más remedio que volver a su sitio.
Parece ser que en el sexto día,
Dios creó a Adán con la forma física de un joven de veinte años. Le encargó el
gobierno de la tierra. Lo primero que tuvo que hacer fue poner nombre a todos
los animales que, en pareja, iban colocándose ante él. Con tristeza, Adán se
quejó de que él estaba solo. Apenado, Dios se dispuso a crear una pareja para
él. En vez de coger barro puro, tal vez
las prisas y la lástima, hizo que su material de trabajo fueran excrementos y
sedimentos. Y así surgió la primera mujer: Lilith. Sin embargo, existe otra
versión según la cual, Dios crea a ambos unidos por la espalda y luego los
separa (1:27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra lo creó).
Curioso, ¿no? ¿Andrógino? Eso explicaría ciertas características de la
evolución del ser humano.
Sea como fuere, Lilith suele ser
descrita como una bella y seductora mujer de cabello largo, rizado y rojo.
Tuvieron como vástagos una serie de demonios. La pareja
no se entendía bien, especialmente porque en las relaciones sexuales Adán
quería que su mujer estuviera debajo. Ésta se revolvía y se quejaba. No
entendía que siendo iguales ella tuviera que ser sumisa. Harta de la situación,
gritó el nombre mágico de Dios y salió del Edén. Fue a parar a las orillas del
Mar Rojo, habitadas por multitud de demonios. Se dice que se acostó con ellos.
Tres ángeles fueron a buscarla, pero ella se negó a volver. Su castigo fue la
muerte de parte de sus hijos. Como venganza Lilith comenzó a asesinar a recién
nacidos. De ahí que los judíos tengan un amuleto que los proteja de ella. De
hecho, se consideraba que se alimentaba de la sangre de estos pequeños, por lo
que sería la primera vampiro. Algunas historias medievales indican que cuando
fue desterrado el Arcángel Samael (Satanás), éste la convirtió en su pareja.
El caso es que Adán se quedó sin
pareja otra vez. A pesar del esfuerzo de los ángeles enviados por Dios, éstos
no habían conseguido convencer a la mujer de que volviera junto al ojito
derecho de la divinidad. Así que se dispuso a crear otra. Y lo hizo ante los ojos
de Adán, que contempló estupefacto todo el proceso, pues Dios creó a la nueva
pareja de dentro a fuera. Una vez estuvo terminada, el hombre no quiso yacer
con ella, pues en su mente se repetía esa horrible imagen de vísceras. Así que
Dios destruyó a la mujer y creó otra. (¡Qué consentido!)
Dios durmió a Adán y se hizo con una de sus costillas. De ella
formó a Eva.
Cuando la noticia de la desobediencia de Adán y Eva llegó a
sus oídos, Dios, apenado, los expulsó
del Edén que había dejado a cargo de los humanos.
Este es un trabajo bien hecho pero que no va a tener tantos comentarios por parte de las personas que creen en este " dios ", puesto que para ellos es una verdad y no un mito .Sólo los que somos más conscientes que la creación de estos dioses antiguos están basados en la ignorancia que ya en este siglo( para algunos )sabemos a que se debía su desconocimiento.
ResponderEliminarEste es un trabajo bien hecho pero que no va a tener tantos comentarios por parte de las personas que creen en este " dios ", puesto que para ellos es una verdad y no un mito .Sólo los que somos más conscientes que la creación de estos dioses antiguos están basados en la ignorancia que ya en este siglo( para algunos )sabemos a que se debía su desconocimiento.
ResponderEliminarMe parece una buena idea de enseñar a que existen otras religiones, que tienen las mismas religiones que las de uno.
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