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lunes, 29 de octubre de 2012

110 AÑOS DE “LA VOLUNTAD”.



Uno de las efemérides que se cumple este año es la publicación (1902) de La Voluntad, de Azorín, pseudónimo de José Martínez Ruiz, perteneciente al Grupo del 98.

La Voluntad inicia una trilogía que se completa con Antonio Azorín y Confesiones de un pequeño filósofo.

Las tres obras comparten el mismo personaje Antonio Azarín, pseudónimo que tomará definitivamente el autor en 1904.

En La Voluntad se ve el proceso de desintegración del modelo tradicional de novela, es decir, la impuesta durante el siglo XIX con el Realismo y el Naturalismo. De este modo, se amplía tanto la manera técnica como la temática para convertir la novela en un género de gran riqueza formal al poder incluir citas, cartas, discursos, etc.

También se rompe con la forma decimonónica respecto a la idea de reflejar la ambientación en su totalidad. Azorín, en cambio, la presenta la realidad de manera fragmentada. Se centra tanto en la descripción como en la reflexión, lo que lo aleja de la objetividad novelística y se centra en el punto de vista subjetivo del personaje. Él no pone de relieve la intriga, sino que pretende mostrar los matices de la realidad, destacando cómo trata la intriga amorosa. Por lo tanto entiende la novela no como acumulación de acción. De hecho los acontecimientos resultan bastante anecdóticos, como ocurre cuando prueban un torpedo en el pueblo.

De manera que se centra en elementos que no hacen avanzar la acción, sino más en las reflexiones. De ahí que predomine un ritmo lento, e incluso, estático. Puede afirmarse, entonces, que predominan los procesos interiores de los personajes.

Destacable también es el dominio de lo cotidiano, de lo que Unamuno denominó intrahistoria.

Por otro lado, es un relato lineal centrado en el protagonista: Azorín, personaje que se va configurando de manera discontinua, de tal modo que a veces no se sabe cuánto tiempo ha pasado de un capítulo a otro. Nos falta información, como los antecedentes familiares. Incluso, su edad sólo puede sospecharse por el lector. Los verdaderos datos que se dan giran en torno a su intelectualidad y su carácter. Lo que importa es el mundo interior del personaje, no los acontecimientos. Sin embargo, no se nos aportan procesos psicológicos completos, sino que da la sensación que el narrador actúa de manera subjetiva seleccionando fragmentos que considera relevantes, lo que lo acerca a la novela lírica.

Es obvio que al no ser importante la acción, el peso cae sobre el lenguaje, muy cuidado.

Por otro lado, el paisaje toma protagonismo desde las sensaciones que motivan la reflexión sobre el espíritu del español. Son descripciones impresionistas que reflejan la variación de la luz y se centra en las notas cromáticas con una adjetivación que mueve incluso las sensaciones tanto gustativas como olfativas.

Otro aspecto de gran importancia en esta nueva forma de hacer novela es el diálogo. Éste se aleja de lo convencional para acercarse a la realidad con oraciones inacabadas, digresiones, pausas…Por otro lado, mezcla modalidades de reflejar las palabras de los personajes: mediante verbo dicendi, dramático.


Si nos centramos en la estructura, ésta es la propia de una novela de aprendizaje, donde el personaje evoluciona desde etapa de formación.  Después, el protagonista confronta sus conocimientos con la realidad, para terminar viendo las consecuencias.

El prólogo no corresponde al típico. Aquí se reflexiona sobre los temas que aparecen en la novela, como la idea de la religión como consuelo o que todo lo que pasa se repite.

En la primera parte, el momento de formación, Azorín protagonista se limita a escuchar y a mirar el paisaje, por lo que resulta relevante el narrador omnisciente.

En la segunda, se pasa a Madrid y Azorín se convierte en la figura central, aunque desde el punto de vista de su interior. Todo desemboca en el fracaso vital del personaje.

En la tercera, se cambia de escenario (Yelca y alrededores). Aquí Azorín reflexiona sobre la falta de voluntad. Resulta muy importante la luz.

El final es relativamente abierto, aunque bastante previsible.

Por último, aparece un epílogo, una carta del autor a Pío Baroja en primera persona –implicándose con el protagonista-, lo que consigue romper límites realidad/ ficción. Parece que la esperanza es que el protagonista  se rebela contra el ambiente que anula su voluntad.


En cuanto a los temas de la obra, se suele poner como principal la autobiografía, pero no es una transposición de su vida. La temática gira en torno al mundo interior de los personajes, el desequilibrio entre voluntad e inteligencia. La voluntad se entiende como la capacidad de acción o afirmación de la vida. Pero la inteligencia hace que la realidad se perciba como dolor que lleva a la conclusión de que la acción es inútil.

Otro motivo en la elección entre inteligencia y fe. Por un lado se valora la fe de las personas humildes capaces de encontrar consuelo en la fe frente a los intelectuales que no pueden. A este pensamiento se vincula el de la muerte.

También se refleja  la historia de España del momento: la política marcada por la corrupción (¿os suena?); lo efímero de la gloria literaria, cambio de valores estéticos; vida religiosa;  situación del mundo rural desde dos puntos de vista: crítica de clases por su abandono del campo y crítica a los usureros que provocan que el pueblo entre en crisis.

En definitiva, en esta obra, como en otras de la época (de Baroja, Unamuno, Valle-Inclán) se comienza ha ver la novela desde otro punto de vista, ampliando las forma técnica de la misma. Además se centra en el espíritu del ser humano para reflexionar sobre la personalidad del español y para criticar algunas realidades que acercan el principio del siglo XX con nuestra actualidad.


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