Según los indígenas, en el vacío
surgieron, de pronto, dos luces: una negra (Negra Aflicción –myal loa nag po-) y otra blanca
(Radiante –Od zer idan-). Aparecieron,
entonces, arroyos luminosos con cinco colores, que se dividieron en cinco
elementos: dureza, fluidez, calor, movimiento y espacio.
Éstos se unieron para formar un
huevo (ya hemos visto que numerosas culturas lo utilizan para explicar el
origen del mundo). Tras esto, Negra Aflicción llenó todo de oscuridad,
enfermedad, desgracia, peste, sequía…En definitiva, todo lo doloroso y dañino,
incluidos los demonios. Radiante, en cambio, lanzó la luz de la bondad, de la
alegría, de la prosperidad; en fin, el bienestar. También surgió un grupo de dioses. Estos y los demonios se unieron.
De los huevos eclosionados nacieron diferentes seres.
El pensamiento de los budistas considera
que los demonios y espíritus pertenecen al reino de la ilusión (maya). Según aquél, el universo actual
es el residuo del karma (acciones de
un universo ya inexistente). De modo que es el viento del karma lo que se mueve
y luego se espesa para que se produzca la lluvia. Surge así un océano cósmico
cuyo centro se encuentra la montaña del mundo (Sumeru). Después de millones de años de evolución se rellena el
resto de dicho océano y comienzan a manifestarse los seres sensibles. Éstos,
primero, son solo mente y habitan el cielo. Luego, toman cuerpo, con lo que
pasan a habitar la tierra.
Entonces, tras gran cantidad de
maldades, viven en lo más profundo de la
tierra, permaneciendo allí hasta que el universo comienza a desintegrarse al
final de los tiempos.
Base bibliográfica:
VARIOS: Mitología. Guía ilustrada de los mitos del mundo. Ed. Debate.
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