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sábado, 25 de febrero de 2012

“TUÉRCELE EL CUELLO AL CISNE…”



Hoy me ha dado por el Modernismo, más bien por el final de él con un poema de Enrique González Martínez con un sugerente inicio. Léalo y, luego, lo comentamos.

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.
Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda. . .y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.
Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el Olimpo, deja el regazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno…
Él no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en la sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.


El Modernismo se origina por un deseo de rebeldía y cambia. Surge ya, hacia 1890, en América, por los precursores: Casal y Gutiérrez Nájera, entre otros. Este Modernismo americano procura transformar el lenguaje poético, así como el concepto de poesía (especialmente, porque también muestran una manera especial de crear novela y teatro). Lo conseguirán al superar los límites nacionales; empleando elementos de las diferentes corrientes del XIX; inspirándose en el arte y en la universalidad. El Modernismo dará lugar a una literatura sensorial y cromática, alegre contra un mundo exterior caótico. Además, el subjetivismo se basa en el Romanticismo.

Respecto al autor del poema, Enrique González Martínez (1871 -1952) nació en Guadalajara (Méjico). Ejerció como médico mientras publicaba sus dos primeros libros. En 1911 marcha hacia la capital con el propósito de dedicarse enteramente a las letras. Allí funda una serie de revistas (Argos y Pegaso). A esta tarea se suma la colaboración en periódicos, la enseñanza de Literatura en la Universidad y la diplomacia, por el que será enviado a distintos países: Chile, Argentina y España.

En cuanto al tema del poema, el yo lírico muestra la insuficiencia de la superficialidad modernista y aconseja una poesía más preocupada y comprometida con el hombre, una poesía más profunda. Ambas posturas, la modernista y la literatura comprometida, aparecen simbolizadas en dos aves, lo que se explicará más abajo.

Acerca de la estructura externa, el poema se organiza en dos cuartetos (ABBA ABBA) y dos tercetos (CCD EED) de versos alejandrinos con rima consonante. De modo que nos hallamos ante un soneto.
En cuanto a la estructura interna, el poema presenta dos bloques  que coinciden con las dos partes de la estructura externa, puesto que en los cuartetos el yo lírico se refiere al cisne –representando el retoricismo estético- como superficial, y en los tercetos se presenta una alternativa.

Si nos centramos en el acento estrófico, éste recae sobre la penúltima sílaba, es decir, sobre la decimotercera, dando lugar al ritmo trocaico. El resto de los acentos del verso no coinciden con la sílaba impar del estrófico, provocando la desaparición de la sensación de equilibrio y armonía. Y esto viene determinado por el tema: la dicotomía entre cisne y búho.

Enrique González recoge dos actitudes poéticas simbolizadas por dos aves. El cisne viene empleándose en literatura desde la Antigua Grecia al Romanticismo, pasando por el Renacimiento; pero nunca simboliza lo mismo.

Si nos centramos en el cisne modernista, el utilizado, por ejemplo, por Rubén Darío, acumula distintos significados: aristocracia y misterio por el mito de Zeus y Leda, relacionándolo con la necesidad de huir del terrible mundo que tienen los modernistas; la misma poesía modernista; refugio contra la desilusión y fuente de esperanza.

Entre 1900 y 1911, es momento del imperio del cisne; sin embargo, irrumpe un rebelde mejicano que pretende torcer el cuello a éste.

Hay que recordar que en Rubén Darío el cisne se vincula con el mito de Leda, quien pretende escapar de la seducción de Zeus convirtiéndose en cisne. Basándose en este mito, el cisne pasa a simbolizar la aristocracia por la relación con un dios (a Zeus no hay nada que lo pare).

También puede considerarse que simboliza la sensualidad -por las curvas – y la belleza (por la elegancia del cisne).

Rubén Darío, otras veces, se centra en el cuello del cisne, en su forma de interrogante; de modo que simboliza el misterio.

Pero, además, representa la pureza, por la blancura del ave. E incluso aparece como mero electo decorativo.

El cisne surge también como símbolo del hombre, de su deseo de virtud/ vicio, entre pureza/ placer físico.

De manera que el yo lírico quiere retorcer el cuello  (como a un ave de corral y no como a un emperador) al cisne mítico que simboliza el placer de los sentidos y el cisne estático. Son cisnes que representan la belleza superficial, dejando de lado la vida interior.

La repetición de la aparición del cisne ya resultaba mecánica y se había convertido en mera retórica. Es esta retórica preciosista representada por el cisne con lo que González Martínez quiere terminar. Sin embargo, no rompe del todo con el Modernismo, porque, como él, se basa en mitología mediante otro ave: el búho, ave de Atenea símbolo de sabiduría y meditación.

Al igual que el cisne, el búho es elemento de tradición y ha venido sumando significados desde la Antigüedad. Mas el búho que nos presenta González Martínez es interiorización  de la inteligencia, porque los sentidos del Modernismo no son todo lo que tiene el ser humano.

Al utilizar un ave también de la mitología griega, engrandece a éste, pues pertenece a una divinidad: Atenea.

En consecuencia, el poema es una oposición de pájaros, que simbolizan dos tipos de considerar la poesía: una más estética y superficial; otra más profunda y no tan preocupada por la forma.

Es importante percatarse, entonces, que esta poesía simbolizada por el búho es de silencio. Hay que recordar que el Modernismo se interesa por los ritmos y sonidos, lo estético. Por el contrario, el búho permanece silenciosos y sus grandes ojos le permiten indagar la profundidad de las cosas.

Muchos han pensado que con este soneto González Martínez proponía destruir el Modernismo; sin embargo, me parece que sólo pretendía acabar con la superficialidad de los seguidores de Rubén Darío, puesto que sigue empleando recursos típicamente modernistas.  Por un lado, pretende destronar al cisne por el búho, de manera que utiliza la cultura clásica (forma de escape y tomar belleza que tienen los modernistas) con el fin de simbolizar formas de crear poesía. No olvidemos que el búho es atributo de la diosa clásica de la sabiduría, Atenea (Minerva para los romanos) o, como aparece en la Odisea, la de ojos glaucos.

Por otro lado, González Martínez no utiliza formas métricas nuevas, sino que emplea el soneto renacentista (pero al modo modernista: con versos de catorce sílabas en vez de once), lo que hacían los modernistas por la misma razón de uso de cultura helenística: belleza y escapismo.

El inicio del poema con la descripción del cisne en movimiento sinuoso y elegante en el agua, junto al paisaje, es típicamente modernista también.

En conclusión, nuestro autor pretende acabar con la superficialidad exagerada de los seguidores de Ruben Darío; pero no consigue o no pretende deslindarse del todo del Modernismo, de la estética modernista.


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1 comentario:

  1. Muy buen artículo, Patricia. Y estoy de acuerdo contigo en que González no arremente contra el Modernismo, sino contra la hojarasca vacía y esteticista a la que lo habían llevado los epígonos superficiales. Este poema es, por otra parte, modernista al cien por cien, como tú señalas, por su métrica y por sus referencias culturales. No debemos olvidar, además, que el Modernismo tuvo también una vertiente meditativa, como demuestran Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y algunas composiciones del propio Darío, de quien González no renegaba.

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