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lunes, 30 de enero de 2012

SETENTA AÑOS DE LA MUERTE DE MIGUEL HERNÁNDEZ. PARTE V



C
ontinuando con la descripción del II Congreso de Miguel Hernández, vamos a tratar hoy dos comunicaciones: en una se vincula al poeta con María Zambrano (discípula de Ortega y Gasset y quien llevó la filosofía de éste a la otra orilla, siendo base de importantes pensadores); en la otra se hace referencia a la figura de la madre en las obras de Miguel Hernández.

De izquierda a derecha y en pie, Miguel Hernández, Leopoldo Panero, Luis Rosales,
Antonio Espina, Luis Felipe Vivancos, J.F. Montesinos, Arturo Serrano Plaja, Pablo Neruda
 y Juan Panero. Sentados están, Pedro Salinas, María Zambrano, Enrique Díez-Canedo,
Concha Albornoz, Vicente Aleixandre, Delia del Carril y José Bergamín. Gerardo Diego, en el suelo.
Una comunicación interesante fue en la que se relacionó a Miguel Hernández con María Zambrano, hablándose del poema “Morada amarilla” y de un artículo de Zambrano, “Presencia de Miguel Hernández”, publicado en El País.
La pensadora coincide con el poeta en misiones culturales. El artículo hace referencia a la visita de Hernández a las tertulias de Zambrano, quien piensa que aquel hombre posee una presencia conmovedora. Además hace referencia al rechazo que provocaba en Lorca aquel muchacho.
También afirma Zambrano que paseaban por la casa de campo unidos por su sufrimiento, y pretende alejar del Miguel el mito de poeta- pastor.
Zambrano contacta por última vez con el poeta en una reunión antifascista, pero después se ve obligada a marchar.
El artículo concluye con una visión de la poesía del orihuelense como una unión nupcial del poeta con el mundo, y con  la observación del calvario pasado por Miguel Hernández al final de su vida.

La siguiente comunicación, “Madres a píe de guerra”, es un interesante acercamiento a la figura de la madre en las obras dramáticas escritas por Hernández en plena Guerra. Se trata de una figura dramática que va evolucionando y que pretende procurar tanto la generosidad como el acercamiento a la causa republicana. De manera que nuestro poeta entiende el género dramático como instrumento de fuerza revolucionaria y política, la obra como arma combativa.
Es un teatro de guerra, un teatro de urgencia que presenta la intención de crear un ambiente que procure la participación de un ejército popular en la guerra.
La madre se configura como un personaje complejo que evoluciona en actitudes contradictorias a lo largo de las obras. Así, en las primeras obras las dos madres dependen de dos facetas de la conducta: una colectiva (salvar España); otra individual (salvar al hijo) el grupo de deslenguadas forma un colectivo de madres individualistas, porque cada una quiere salvar a su hijo, no ya España.
En Pastor de madre se presenta un grupo de madres (un grupo coral) y una madre enloquecida, apareciendo la misma contraposición que se daba en los dramas anteriores. De manera que son variaciones sobre un mismo tema, explorando el efecto de un mismo tema en distintas situaciones y ambientes a fin de tocar la fibra sensible del público. Se pretende que quede la idea de sacrificio.


Para saber más:


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