He leído hace unos minutos un artículo sobre el último tomo de la Nueva Gramática de la Lengua Española y una entrevista a Blecua. Éste reconocido experto en la materia, además de miembro de la R.A .E., ha terminado su tomo sobre la fonética y la fonología. Hasta aquí bien – sin contar con algunas faltas ortográficas del redactor. El problema viene en el apartado dedicado a los lectores y la manía de los españoles de tratar temas de los que no tienen ni la más remota idea (que deberían tener unas nociones básicas, sí; pero no las tienen), recordándome a la satírica obra de Cadalso Eruditos a la violeta.
Blecua afirma, como cualquier lingüista y humanista, que no hay una zona concreta donde se hable mejor el castellano. Hasta aquí cualquier persona racional está de acuerdo. Sin embargo, empiezan los comentarios absurdos respecto si en Castilla se habla mejor, si los hispanoamericanos (me niego a utilizar palabras incorrectas como latinoamericanos; ¿alguien tiene pruebas de que el ejército del Imperio Romano fue a nado hasta América?) son los causantes de la corrupción de nuestra lengua, y pamplinas por el estilo.
Debo reconocer que leer comentarios en noticias me enfada y entristece al mismo tiempo, pues son prueba de la ignorancia y la amoralidad que corroe a nuestra sociedad en la actualidad.
En fin, me parece que hay que dejar unas pautas básicas claras.
En primer lugar, nuestro idioma es muy rico, pues presenta muchas variedades en todos sus niveles y aspectos.
En segundo lugar, ha de dejarse claro que no es lo mismo la oralidad que la escritura. En la primera podemos emplear el seseo si nuestra variedad nos lo permite, mientras que en la segunda - muy normalizada- no podemos escribir nada que salga de las reglas que dan unidad a todas las variantes. Sin esas normas, el español se iría al traste.
En tercer lugar, debemos tener en cuenta que los términos castellano y español son polisémicos, por lo que hemos de puntualizar a nuestro interlocutor el uso que vamos a darles. De modo que ambos términos tiene dos acepciones relacionadas con la lengua: una referente a la variedad dentro del idioma común y otra como la propia lengua que engloba todas la variedades. Es decir, la palabra castellano unas veces la empleamos para referirnos al español como idioma general, mientras que otras hablamos de la variedad concreta. Esto lleva a que muchos usuarios confundan el uso de dichos términos.
Por otro lado debemos recordar que en el artículo de este periódico en cuestión se habla de la fonética y fonología, es decir, de la variedad oral y en ningún momento de la escrita.
Dejando esto claro, habríamos de ser conscientes de que la variedad oral que tengamos depende de quién nos la impusiera y las características de nuestra lengua anterior. Así, no se aprende igual el latín en la zona de los celtas que en la de otras tribus, o español por los diferentes indígenas americanos (que eran muy numerosos). Tampoco es lo mismo que quien imponga su lengua se un mercenario que habla mal el latín que acaba de aprender o que lo enseñen los poetas clásicos.
En un momento el artículo, plasmando las palabras de Blecua, comenta que los hablantes de la Península solo somos el diez por ciento. Que se mencione que el castellano (como variedad) lo hablamos el diez por ciento va dirigido a los intolerantes e ineptos que consideran que nuestra variedad es mejor que la de los demás. Según este pensamiento retrógado e infantil, el gallego sería la mejor variedad del español por ser el más conservador respecto al latín. Hay que recordar que el castellano surge (resumiendo), porque nuestros ancestros casi no tienen ni idea del latín y son perezosos en la pronunciación (como sabe cualquiera que tenga nociones de latín, latín vulgar e historia de la lengua).
Esas ideas irracionales son las que conducen a lo absurdo de la xenofobia. ¡Vaya involución! Así nos va.
Os dejo la referencia del artículo por si queréis leerlo:
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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.