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miércoles, 14 de diciembre de 2011

EXÁMENES: CÓMO EVITAR LA ANSIEDAD.

¡Horro! ¡Se acercan los exámenes! Si más que estudiar, acabas con los víveres del frigorífico, a continuación te ofrecemos unas básicas formas para eliminar la ansiedad típica de la época de exámenes.

Está muy extendida la ansiedad pre examenes, aunque muchos, a veces, no nos percatamos de que la padecemos.

¿Te quedas paralizado de terror ante el montón de folios que te esperan en tu pupitre? ¿Atracas el frigorífico de tal modo que tu madre está pensando en poner cadenas y contraseña? ¿Te irritas con asiduidad y por asuntos nimios? ¿Te cuesta concentrarte? ¿ En ocasiones sientes que uno de tus músculos vibra – como la zona del ojo- pero nadie se percata?

Si tu respuesta ha sido afirmativa en la mayor parte de los casos, siento decirte que padeces ansiedad; pero seguro que ya lo sabías. No desesperes. Ahí van unas tácticas para disminuir el pánico característico que sufrimos ante los exámenes.

En primer lugar, has de estudiar en un ambiente apropiado – la habitación como una leonera no vale-, en un cuarto ordenado, sobre una mesa libre de trastos – sólo el material de estudio y una botella de agua para hidratar el cerebro a fin de que asimile mejor la información-, sin nada en las manos - evitando la desconcentración-, la luz procedente de la izquierda, evitar la noches en vela - pues el cerebro se encuentra más cansado, resulta más efectivo levantarse temprano-, seguir un plan de estudio asiduo y ¡nada de música estridente!

Ya, ya. Todos los cursos nos planteamos prepararnos las asignaturas diariamente; sin embargo, nunca lo cumplimos, y la semana antes del examen aún no hemos abierto los libros. ¿No dicen que la intención es lo que cuenta? Además, con lo bien que se está en la cafetería, con la partidita de mus… si es que, en el fondo, nos gusta la presión. Pero como los extremos son malos, acabamos por estresarnos de tal modo que nos decimos ¡nunca más!

Sí, sí. Ya oigo que pides a gritos esos métodos infalibles. En realidad resultan ser métodos de relajación, que occidente ha tomado, en su mayor parte, de la civilización oriental, sobre todo de yoga. Y es que en lo estresante de nuestra sociedad, donde todo es velocidad, se hecha de menos encontrarse con uno mismo, unir espíritu y cuerpo. Eso es lo que buscan las técnicas de relajación, que dan como resultado un sentimiento de paz, como si percibiéramos la armonía del mundo más allá de las prisas y problemas cotidianos.

Lo más importante a la hora de entrar en la relajación es tener  en cuenta la respiración, que ha de ser pausada y suave a fin de acompasar al corazón con la tranquilidad.

Cuando sientas que no puedes más, cierra los ojos y toma aire desde el abdomen – puedes apoyar las manos sobre él para comprobarlo- y suéltalo con parsimonia en lo que cuentas de cinco a siete tiempos, concentrándote sólo en cómo entra y sale el aire por la nariz. En los primeros momentos puede que te resulte algo difícil, pero, poco a poco, en tanto que vas abandonando tu cuerpo, que ha quedado inmóvil, acabarás por casi no ser consciente de la respiración. De cualquier modo, ayuda mucho ambientar con música suave, instrumental – la música amansa a las fieras-.

La técnica de respiración  que se acaba de explicar resulta básica para cualquier tipo de relajación. Aquí hablaremos de tres.

Si te hallas en tu cuarto, puedes tumbarte sobre la cama o extender una manta sobre el suelo. Es aconsejable que te arropes, pues, cuando el cuerpo va cayendo en la relajación, desciende la temperatura corporal. Con los ojos cerrados, recomendable es encontrarse en lo que yoga llama postura del cadáver ( tumbado boca arriba con piernas y brazos separados y palmas hacia arriba), quedando inmóvil, siendo los únicos movimientos que quedan los de la propia respiración, como ya hemos explicado antes.

Aquí va el primer tipo de relajación. Imagina que bajo tus pies hay una burbuja que, poco a poco a la vez que inspiramos, va ascendiendo por nuestros pies, pantorrillas y muslos hasta llegar a la zona genital. En ese momento soltamos el aire con lentitud a la par que imaginamos que esa burbuja que va llenando de luz roja, que se va extendiendo- junto a su calor- desde los genitales hasta la punta de los dedos de los pies. Y volvemos a tomar aire, con lo que la burbuja sube hasta el bajo vientre, donde, al expulsar el aire, la burbuja se llena de una luz anaranjada, que irradia con su calor el bajo abdomen y la zona lumbar. Tomamos aire, de nuevo, y la burbuja  sube hasta la zona del ombligo. Ahora la burbuja se va llenando de una luz dorada, un amarillo dorado que se extiende por la zona central del abdomen y la parte dorsal de la espalda. Otra vez inspiramos, y la burbuja va subiendo para quedarse en la zona del corazón, con una luz verde, verde esperanza que irradia con su luz y su calor la zona alta del abdomen, el pecho, los hombros, los brazos, las manos y la espalda. A continuación, a la vez que introducimos aire en nuestro cuerpo, la burbuja asciende hasta la garganta, donde soltamos el aire mientras se llena de una luz azulada que cubre nuestra garganta y todo el cuello, soltando las cervicales. Y volvemos a llenar el abdomen de aire para que la burbuja ascienda hasta el entrecejo, lugar donde la burbuja se llena de una luz violeta que acaricia nuestro entrecejo para alisar las arrugas y cosquillea todo nuestro rostro, soltando la mandíbula, con lo que la boca se entreabre sin poner resistencia (señal de que verdaderamente estamos relajados).  Inspiramos de nuevo, y la burbuja se queda en la zona de nuestra coronilla. La burbuja, ahora con una luz blanca irradia su calor por esta zona. Inspiramos, y la burbuja se aleja y asciende hasta colocarse en el centro de nuestro cuerpo, rompiéndose en mil pedazos luminosos que cubren con su calor nuestro cuerpo entero, desde la coronilla a la punta de los dedos de los pies. Y nos preparamos para salir de la relajación con un par de respiraciones profundas; moviendo dedos de manos y pies; colocándonos de costado.

Otro tipo de relajación interesante es el que sigue: igual que antes, te encuentras tumbado/a y con una respiración pausada. Ahora la sensación es que tu cuerpo va cayendo más y más pesado en el suelo o la cama. Después imagina que te encuentras acostado sobre una hoja gigante. Ésta se va elevando poco a poco del suelo contigo sobre ella. Y comienza el viaje.  Sientes que la suave brisa acaricia tu piel. La hoja se para y se acomoda en una campo de alta hierba. Notas, ahora, que esa hierba de cosquillea la piel a la vez que te llega un aroma floral bajo ese cielo azulado. Y la hoja  vuelve a ascender con suavidad. Con ella viajas hacia  el mar. La hoja se posa sobre el agua y tú sientes un ligero  vaivén. También notas el calor del sol posarse sobre tu rostro. La hoja se eleva, alejándose más y más del agua. Ahora puedes decidir ir a la playa, volver al campo o ir a la cima de una montaña. Imagina que eliges ésta. La hoja continúa su viaje hasta la cima de una montaña cubierta de verde hierba. Observas tu alrededor. A lo lejos distingues un conjunto de casitas y un camino que acaba donde tú estás. Oyes el canto de los pájaros y sientes la suave brisa acariciar tu rostro. Sigues mirando el camino. Por ahí viene una persona hacia ti – puede ser quien tú quieras- y te ofrece una regalo. Éste también puede ser lo que tu prefieras. Y te quedas con tu regalo, mientras oyes el canto de los pájaros y sientes una ligera brisa. Ese lugar es tu rincón, donde siempre puedes ir para encontrar paz. Y te preparas para salir de la relajación del mismo modo que en la anterior relajación.

La relajación que vamos a presentar a continuación es, tal vez, algo más complicada, pero da muy buenos resultados. Comenzamos como en las otras relajaciones anteriores. Ahora, respirando con lentitud, me dejo sentir. Si pasan pensamientos por mi mente, no les presto atención. Mi atención está en mi respiración y en dejarme sentir, sin estar pendiente de nada. Siento que mi cuerpo entero irradia una luz blanca. Mi conciencia sale del cuerpo y situada  de pie junto a mí, contempla esa luz de energía. Y fuera de mi cuerpo, sigo observando esa luz que irradio; pero voy ascendiendo, viendo la habitación desde arriba, pero me concentro en mi luz. Y subo un poco más, contemplando toda la casa desde arriba; sin embargo, yo me concentro en mi luz. Y asciendo más y más, viendo todo el barrio y, luego, toda la ciudad; pero yo sigo concentrándome en ese punto de luz que hay allí abajo y que soy yo. Sigo subiendo hasta ver mi país, aunque sigo distinguiendo ese punto de luz blanca. Asciendo cada vez más y más, saliendo del globo terrestre. Ahora contemplo todo el planeta, pero sigo concentrado en ese punto de luz  blanca de energía. Tengo ganas de volver a esa luz. Bajo y bajo. Desciendo hasta volver a encontrarme en la habitación junto a mi cuerpo irradiante de luz y energía. La conciencia entra en el cuerpo. Y me preparo para salir de la relajación como antes se ha explicado.

Éstas son, en resumen, tres de las relajaciones más interesantes; sin embargo, si no posees mucho tiempo puedes limitarte a la respiración e, incluso, en contraer los músculos durante unos instantes para luego relajarlos completamente y volver a repetir la serie unas cuantas veces. Si lo  que pretendes es que quien se relaje sea tu hijo, lo recomendable es que le pidas que se tumbe y cierre los ojos. Mientras tú cuentas pausadamente hasta cinco, con tu mano sobre su abdomen, él intentará respirar en ese tiempo. Cuando veas que ya no le resulta forzosa esa respiración, le pides que imagine que es un espagueti antes de ser cocinado. De modo que debe poner los músculos tan tensos como el espagueti. Después, el niño se imagina que es un espagueti ya cocinado, blandito, blandito. Así que relaja todos sus músculos. Haz que lo repita unas cuantas veces.

Prueba estas técnicas, verás como irán haciendo resultado y te encontrarás, al menos por unos instantes, lejos del estrés y dentro de la armonía del mundo.

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