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jueves, 15 de diciembre de 2011

CENTENARIO DE UN POETA: LA HUMANIDAD ENCARNADA.

A continuación os dejo un artículo que fue publicado en Artmaniaque en el 2004.


En el cumplimiento de cien años del nacimiento  del poeta chileno que se hizo llamar Pablo Neruda, numerosas exposiciones recuerdan su obra – exposición bibliográfica en la Universidad Complutense de Madrid -. Sin embargo, ha de volver a sacarse a la luz la importancia de su labor humanitaria durante la guerra civil española.

Todo aquel a quien se le pregunte quién era Pablo Neruda – Ricardo Eliécer Neptalí Reyes-  o por qué se le recuerda, contestará que fue autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Incluso puede haber algún avispado que lo relacione con Residencia en la tierra o con la revista Caballo verde.
Sin embargo, cabe recordarlo no sólo como un poeta vanguardista amigo del grupo del 27, sino como un ser humano que se preocupó por el prójimo.

Cierto es que este chileno comenzó escribiendo en tono romántico sobre el tema del amor, para pasar a la deshumanización vanguardista y luego al compromiso político y social. Esto le llevará a la clandestinidad y a exiliarse en la segunda mitad de los años cuarenta, pues se verá asfixiado por continuas persecuciones políticas.


En ese cambio hacia el compromiso político mucho tuvo que ver su condición como cónsul de Chile en diferentes lugares del mundo (Oriente, Madrid y París).
Ese compromiso social del que hablábamos se refleja en una obra clave: España en el corazón (1937). Dicha obra, que surge un año después del inicio de la guerra civil española, ha sido considerada por muchos críticos como una reflexión acerca de las heridas – morales, sobre todo-  que provoca la acción bélica. Con todo, en su poesía Neruda ofrece cierta esperanza, pues cree posible el acercamiento al otro, a la Humanidad.

Aunque su literatura presenta gran riqueza, vamos a centrarnos aquí en Neruda como persona, como ayudante al prójimo en un momento de conflicto bélico.  ¿Cómo? Recordando un hecho que ha sido por muchos olvidado.

Para ello, debemos remontarnos, lector, a la época de la guerra civil española (1936- 39). Si desempolvamos nuestros conocimientos de historia de España, encontramos los siguientes datos:tras la victoria del Frente Popular –partido de izquierdas- en las elecciones del 36 – en la Segunda República-, en ciertos sectores se extiende el temor de la ejecución de nuevas reformas. Los generales Sanjurjo y Mola idean una sublevación militar. Franco consigue que el ejército que está en Marruecos cruce el Estrecho, y va tomando poco a poco terreno. Entre tanto, las grandes potencias han pactado que no participarán en la guerra. Con todo, Alemania e Italia – con Hitler y Mussolini- apoyan a Franco; mientras que la República obtiene escasa ayuda. Ya sabemos cómo termina la guerra: con la victoria de los sublevados y el exilio de numerosas personas.

¿Dónde exiliaron? Claro está que, principalmente, al país vecino: Francia, que ha estado vanagloriándose de ello. Sin embargo, como ya se ha anunciado, se han olvidado ciertas cosas. Lo curioso es que ha sido u sector del país vecino quien nos lo recuerda ahora.
Tal vez por el terror ante una posible intervención de Alemania, Francia acoge a los españoles exiliados, pero no del todo. Lector, te preguntarás “¿cómo es esto?”. Pues bien, el gobierno francés aceptó la entrada de sus vecinos, mas los “alojó” en la playa, separando a las mujeres y niños de los hombres por medio de una valla y recibiendo tan solo un mendrugo de pan al día como única comida. ¿No recuerda esto a un campo de concentración? La diferencia se encuentra en que podían verse las familias una vez a la semana.

En este tiempo, Neruda se encuentra en el país galo como embajador de Chile. Su personalidad y sus principios dan como resultado que, al enterarse de lo sucedido, intente unir a esas familias separadas, ya doloridos por la huída de su patria y la catástrofe de la guerra.

Tras una intensa lucha en Francia para conseguir tal propósito, le es posible ir reuniendo esas familias y embarcarlas hacia Chile, esperando que allí les sea posible reanudar su vida. Pero todo son complicaciones: el gobierno chileno ha cambiado de opinión, ya no permite el desembarco.

Es comprensible suponer la presencia de la desesperación después de pasar tantos obstáculos, creer ya poder tocar con los dedos la felicidad y aparecer, en cambio, otra barrera. Un mes, un largo mes con carencias alimenticias e higiénicas los pasajeros pasaron en el barco. No obstante, de nuevo, el héroe de la Humanidad luchó por el permiso del desembarco. Al fin lo consiguió. Y, con ello, numerosas familias exiliadas de su amada patria comenzaron una nueva vida en su nueva patria. Incluso, tras la guerra civil, la mayoría decide quedarse en Chile.
Tal vez este relato no haya trasmitido el dolor y la hazaña. El dolor de aquellos que se vieron obligados a exiliarse de un país donde habían visto morir a padres, hijos y hermanos; el dolor por verse separados de su familia. Por otro lado, el dolor y la hazaña de aquel poeta que se comprometió a luchar a favor de los oprimidos, tal vez porque en el fondo de su ser hallaba la esperanza de encontrar unida a la Humanidad tras esa época de caos. Y él iba a poner todo de su parte para conseguirlo. Parece acertado terminar citando las propias palabras de este hombre que muchas familias considerarían su héroe salvador; y otras, en estos momentos, desearían tenerlo:

<<Dadme para mi vida
todas las vidas,
dadme todo el dolor
de todo el mundo,
yo voy a transformarlo
en esperanza>>.

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